sábado, 17 de agosto de 2013

Comienzan a levantarse voces contra las leyes homófobas rusas



En los últimos días, mucho se está hablando sobre la celebración de los Juegos Olímpicos de Invierno en Rusia en el 2014, a raíz de la situación que están sufriendo los gays en Rusia. Pero antes, el próximo sábado, hay otra importante cita deportiva en la capital rusa, con la celebración del Mundial de Atletismo.
Y aunque de forma lenta, poco a poco se van oyendo voces contra la homofobia que avanza a pasos galopantes en Rusia. Una de las personas más destacadas que han mostrado su malestar con las leyes contra la propaganda homosexual ha sido la del atleta Nick Symmonds, que ha condenado de forma rotunda las leyes homófobas rusas.
Este deportista estadounidense, que además de ser guapísimo le ha puesto un par de huevos al asunto, es uno de los favoritos para ocupar el podio en 800 metros en el Mundial de Atletismo. Y según ha expresado tras mostrarse en desacuerdo con la ley, los homosexuales “merecen los mismos derechos que los demás”.
También desde la Federación Internacional de Atletismo (IAAF) han pedido a Rusia que cambie sus políticas respecto a los homosexuales, y en boca de su vicesecretario general, Nick Davies, han aclarado que desde la IAAF están radicalmente en contra de cualquier discriminación por sexo o religión.
Además, varios famosos han enviado una carta abierta al presidente del Comité Olímpico Internacional, Jacques Rogge, en la que pedía la prohibición “absoluta” de los Juegos Olímpicos de Sochi 2014. En esta carta, firmada entre otros por el escritor y artista británico Stephen Fry, comparan los Juegos Olímpicos de Sochi con los juegos nazis de Berlín, en el año 1936.
Esperemos que estas voces sean las primeras de otras muchas, y que muy pronto exista un fuerte clamor para que nuestros gobiernos presionen a las autoridades rusas para poner fin a la barbarie que se ha desatado en este país. Y ese clamor, depende de lo que todos nos hagamos oír, cada uno en la medida de nuestras posibilidades. Simplemente, reflexionemos. ¿Cuántas personas de nuestro entorno saben lo que está pasando en Rusia? Probablemente, si hacemos una rápida encuesta, sólo unos pocos lo sabrán. ¡Ahí queda el guante!

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